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Reflexión ética sobre los retos de los medios públicos en la sociedad del conocimiento
Entre lo público y lo privado desde los medios
Tuxpan, Veracruz.- Los medios al servicio ¿de quién? ¿Qué tipo de intereses rigen al sector de las telecomunicaciones en México? ¿Bajo qué condiciones se establecen los marcos regulatorios en nuestro país?
Javier Esteinou Madrid en el capítulo “Los retos de los medios públicos en México” (2010), hace un recuento de los daños. Efectivamente, ¡de los daños! Cuando hace una revisión histórica del papel de los medios de comunicación en México desde la década de los sesenta en que eran tan sólo instrumentos de difusión hasta principios del 2000 en que se transforman en el vértice del poder actual.
En esta exploración del paso de los medios como instituciones de socialización hacia la construcción de nuevas esferas públicas deja entrever las nuevas franjas de interacción social que denomina el moderno Estado ampliado .
Bajo esta construcción teórica, la visión de los medios de comunicación sólo como intermediarios técnico-virtuales entre las relaciones sociales se queda corta. Los medios no son más maquinas de información, ni instrumentos de mediación. Los medios, por el contrario, son eje central de un moderno modelo de comunicación-mercado/comunicación-poder, más allá de su función de servicio público.
En el trabajo reflexivo, Esteinou indaga en la naturaleza de los medios ubicando varios sistemas de comunicación: el comercial privado (determinado por el contexto económico y político que condicionó su uso; altamente concentrador, vertical, unidireccional, hermético, elitista, discrecional, autoritario, excluyente, restrictor de la libertad de expresión, impulsor de la libertad de empresa, promotor de la difusión de la información y no de la dinámica de la comunicación, negador de los derechos comunicativos elementales de los ciudadanos, fomentador de la dinámica de mercado y no del servicio público y monopólico y comercial (Esteinou, 2010: 49-50)); y el de servicio público (con poca personalidad, menor experiencia, reducido apoyo económico, bajo nivel de credibilidad, proyecto cultural confuso, mayores presiones burocráticas, menor cobertura geográfica, grandes contradicciones, limitado apoyo tecnológico y prohibición de comercialización; no alcanzaron la naturaleza de medios de Estado pero sí son la infraestructura comunicativa de los gobiernos (2010: 51)).
Por desgracia, en México se optó por la defensa del modelo de comunicación del mercado; además de que la sociedad no tiene claro la responsabilidad de los medios públicos y que éstos dependen operativamente de los impuestos que paga la ciudadanía.
Por tanto, medios públicos y privados compiten entre sí en una arena en que los medios privados son los que orientan la práctica informativa, conducen el mercado y orientan los objetivos informativos hacia la maximización de las ganancias (tanto en rating como en ingresos).
La falta de apoyos los medios públicos ha provocado la emergencia de movimientos sociales y procesos clandestinos de comunicación. Así Esteinou encuentra la fórmula: “existe una relación directamente proporcional entre participación social en los canales de información y la existencia de protestas públicas: a mayor participación de los grupos sociales en los medios de información, menos manifestaciones públicas; y a menor participación en los medios, mayor existencia de manifestaciones callejeras” (2010: 55).
El espacio público mediático funciona divorciado de las necesidades del cuerpo social promoviendo el espectáculo, el consumo, los deportes y la información light, lejos de un proyecto de comunicación nacional para la creación de ciudadanía y fortalecimiento de la democracia.
Existe pues, una falta de liderazgo mediático representativo. Nos encontramos ante un fuerte desequilibrio social y mediático. No existe un contrapeso político-ideológico ni institucional. Los medios en su afán de capitalizar a los auditorios cautivos han desplazado el pensamiento racional hacia “una óptica hedonista, adrenalínica, conductista y sensacionalista” (2010:60). La seducción del mercado y la hipnotización social son la esencia del nuevo sistema mediático.
Tenemos pues que, “a mayor desintegración y fragmentación de los poderes públicos tradicionales y consolidación de los poderes mediáticos cohesionados en sólidas estructuras monopólicas privadas, de mediano y largo plazo; el poder de los medios suplantará crecientemente el ejercicio de las funciones públicas fundamentales del Estado para dirigir a las comunidades y regular los conflictos entre los actores sociales y éstas serán, progresivamente, ejercidas conforme a los intereses y planes de los mega consorcios mediáticos privados” (2010:61).
Hoy los medios se han transformado en el poder supremo, el poder del poder, que suplanta las funciones del estado. Hoy, por hoy, son el primer gran poder político-ideológico; ha sustituido a la política, son los representantes reales de la voz y de la opinión de la sociedad. El Estado ha dejado de ser el regulador; bajo el disfraz de la autorregulación de la industria, los medios se erigen como los representantes sociales.
Estamos ante un nuevo Estado mediático. En él los medios son extensión del poder. Ésta mediocracia, despótica y autoritaria cobra más poder ante el deterioro estructural económico, político y social que se vive en México.
Pero el trabajo de Esteinou, no se queda en la denuncia pesimista y desconsolada; por el contrario propone la creación de un nuevo modelo de comunicación sustentable que “permita la participación de todos los sectores sociales para nutrir el espacio público con la multiculturalidad, la apertura, la pluralidad y la práctica comunicativa que contribuya a resolver las agudas contradicciones mentales que limitan el crecimiento equilibrado de nuestra nación” (2010:69).
Este nuevo Estado comunicativo para la sobrevivencia social implica crear condiciones de equilibrio cultural, social y político. Envuelve la participación ideológica pluri-cultural, mayor apertura.
El gran desafío es el rescate de la misión histórica de los medios públicos para reequilibrar la desproporción estructural en el terreno cultural, comunicativo y espiritual para crear un modelo de comunicación desde las necesidades del México profundo. Un modelo de comunicación “democrático, no autoritario, plural, incluyente, transparente, no discrecional, regional, no concentrado, multidireccional, no vertical, que construya esfera pública, que promueva el derecho a la información y de réplica, que no manipule” (2010: 79) y que genere procesos de comunicación que forjen una sociedad activa no sólo receptora.
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