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Hector Yunes Landa
Articulista Invitado.


En la semana que transcurrió tuvieron lugar las jornadas del “Diálogo por la Seguridad, Evaluación y Fortalecimiento”, convocadas por el presidente Felipe Calderón, con el propósito de abrir espacios a la participación de la sociedad para construir una política de Estado en materia de seguridad.




Al término de las jornadas, destacó el reproche del Ejecutivo federal por la falta de presencia de la clase política del país; no obstante, el foro fue oportuno para colocar en la mesa del debate, un tema que por mucho tiempo ha sido motivo de una gran controversia: la regulación del consumo de drogas en México.



Anteponiendo su negativa a esa posibilidad, el presidente aceptó que se discuta con seriedad y responsabilidad dicha postura, en virtud de que muchas voces opinan que al legalizar los estupefacientes, disminuiría la violencia y la corrupción propiciada por el crimen organizado y el narcotráfico, que hoy en día tienen al Estado mexicano en una grave situación de seguridad.



Lo importante que observamos en este foro, es que la presión de los organismos de la sociedad civil fue determinante para que el presidente convocara a los actores políticos y sociales del país a discutir este importante asunto de la agenda del país.



Así, la participación ciudadana se está convirtiendo en una brújula para la conducción del país. Resulta positivo que el presidente, aún con reticencia, dé muestras de que así lo está entendiendo, porque las decisiones de Estado solamente podrán tener éxito si cuentan con el aval ciudadano y su consecuente participación.



Esto cobra especial relevancia cuando se trata de la seguridad de los mexicanos, que estamos hartos del clima de violencia, inseguridad e incertidumbre que se ha vivido en muchas partes del país en los últimos años.



Ante esta postura del Presidente Calderón, esperamos que ahora sí se revise la estrategia de combate a la delincuencia organizada y que, en unidad, todos los mexicanos nos pongamos a trabajar para recuperar la pérdida de los valores ciudadanos, que han sido pervertidos por la delincuencia.



Es menester evitar en todo lo posible hacer apología de los antivalores que promueven los narcotraficantes, como ocurre a través de cierta música y de la exaltación de conductas antisociales en sus letras. Nuestro deber es fomentar e inculcar los verdaderos valores que deben regir a la sociedad mexicana.



Tenemos un ejemplo exitoso, que ocurrió en Sicilia, Italia, a finales del siglo XX, cuando la opresión que la mafia siciliana ejercía en la sociedad, motivó la movilización ciudadana y la exigencia de un alto al clima de zozobra que allá se vivía. Se cuenta que, en alguno de los momentos críticos de la lucha contra la delincuencia organizada, hubo una impresionante movilización ciudadana que se dio cita en las calles de Palermo y desafió a la mafia siciliana; bajo la consigna que retaba “a ver si pueden matarnos a todos”, la sociedad de aquella isla mostró a la delincuencia organizada su determinación a no seguir pecando de omisión y continuar siendo caldo de cultivo para la reproducción de esta lamentable forma de socavamiento de la nación italiana.



En este caso, fue determinante el liderazgo del alcalde de Palermo, Leoluca Orlando, quien logró que se aplicara la justicia a los líderes de la mafia. De esta misma manera, con el respaldo de todos los mexicanos, el Presidente Calderón se encuentra ante una oportunidad histórica para someter al crimen organizado.



Debemos también recordar la etapa oscura de los años 20 del siglo pasado en los Estados Unidos, cuando además de la recesión económica, regía una “Ley Seca” que de poco sirvió para evitar el consumo y el tráfico de alcohol, y en cambio generó una ola de violencia e incertidumbre en las principales ciudades de ese país.



Con esta apertura del debate, esperamos que se inicie una etapa donde la Presidencia del país haga suyas muchas propuestas serias, sustentadas desde la sociedad civil, promoviendo una cultura de la legalidad que rescate los valores universales que hoy en día han dejado de lado muchos de nuestros compatriotas. No es posible que los mexicanos sigamos viviendo con miedo, ni será posible que la nación resista mucho tiempo más este estado crítico en la seguridad pública, en la economía, en las finanzas, en la educación y en muchos otros ámbitos.



Es urgente, impostergable, una acción contundente del Estado. Se reconoce la intención del Presidente Calderón, pero de buenas intenciones, como dice el refrán, está hecho el camino al infierno.